Una visión del infierno.

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  Serie Palabra viva.

Almas Encarceladas Hoy.


William Branham.

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Almas Encarceladas Hoy.

Y entonces yo estaba cazando en una ocasión, lo cual parece ser que es para mí, mi segunda naturaleza, el gustarme cazar. Y yo andaba cazando con un muchacho, Jim Poole, un muchacho amable. Creo yo que su hijo viene aquí a la iglesia, el pequeño Jim; y es una familia de gente fina. Yo conozco a los Poole... Jimmy y yo dormíamos juntos y vivíamos juntos desde que éramos niños en la escuela. Nos llevamos como unos seis meses aparte, en edad. Y Jimmy disparó su escopeta accidentalmente, y me atravesó ambas piernas (estaba muy cerca de mí), con una escopeta. Me llevaron al hospital, y allí, estaba acostado muriéndome. No había penicilina ni nada en aquellos días. Y miren, ellos tenían una sábana de plástico debajo de mí, y yo sabía que esa noche... Ellos me iban a operar a la mañana siguiente. Ellos sólo cortaron y limpiaron la herida; había grandes pedazos de carne desgarrados, y cogieron las tijeras y los cortaron. Y me tuve que agarrar fuertemente de las manos de un hombre... y tuvieron que agarrar... soltar mis manos de sus muñecas, cuando-cuando ellos terminaron. Yo grité y lloré, y me agarré fuertemente de esa manera, y ellos cortaron esa parte de la pierna. Yo tenía catorce años de edad, sólo un muchachito.

Y esa noche yo traté de dormir, y ellos... Desperté porque algo chapoteaba. Y era sangre, casi medio galón [casi 2 litros-Trad.], creo yo, que salió de esas venas. Y ellos tenían... ellos tomaron rayos x, y dijeron que el perdigón estaba colocado muy cerca de esa artería, a ambos lados, que sólo un pequeño raspón la cortaría por la mitad, y yo empezaría a sangrar. "Bueno", yo pensé: "este es mi fin". Y bajé mis manos de esta manera, y las levanté, y la sangre escurría por mis manos; era mi propia sangre en la que yo estaba acostado. Llamé; soné el timbre. La enfermera vino, y ella sólo la limpió con una toalla porque no había nada que ellos pudieran hacer.

Y a la mañana siguiente, bajo esas condiciones de debilidad (ellos no daban transfusiones de sangre en aquellos días, Uds. saben, así que...), ellos- ellos me operaron. Y me dieron éter. Y cuando yo... El éter viejo que usaban en el pasado, me imagino que Uds. recuerdan, es el viejo anestésico. Y bajo ese éter, cuando desperté... Yo estaba saliendo del éter después de ocho horas. Ellos me tuvieron que dar tanto, que pensaron que no podía... que yo no iba a despertar. No me podían despertar.
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Cuando salí de estar bajo ese éter, hubo algo que me sucedió allí. Yo siempre he creído que fue una visión, porque estaba tan débil, y yo... Ellos pensaron que me estaba muriendo. Ella estaba llorando. Cuando abrí mis ojos para mirar, yo la podía oír hablando. Y luego me volví a dormir, y desperté, dos o tres veces. Y luego tuve una visión en ese momento. Y luego tuve... Como unos siete meses después, tuve que ir para que me sacaran de mis piernas borra de escopeta, y pedazos engrasados de ropa de cacería; el doctor no los había sacado. Y así que, tuve envenenamiento de la sangre; ambas piernas se habían hinchado y habían perdido su fuerza, y ellos me querían quitar ambas piernas desde mis caderas. Y yo sólo... Yo dije: "No, sólo suban más alto, y corten aquí arriba". Yo sencillamente no lo podía soportar, ¿ven? Y así que, finalmente, el Doctor Reeder y el Doctor Pirtle de Louisville, hicieron la operación, y cortaron allí, y sacaron todo; y hoy tengo unas piernas maravillosas, por la gracia de Dios.

Ahora, en esa ocasión, mientras yo tuve esa visión, y pensando que yo-yo había pasado de esta vida para entrar al tormento. Y siete meses después, aquí en el Hospital Memorial del Municipio de Clark, yo tuve la segunda operación. Y en esa ocasión, cuando desperté, pensé que estaba parado en el oeste (tuve otra visión). Y había una gran cruz dorada en los cielos, y la Gloria del Señor estaba fluyendo de esa cruz. Y yo estaba con mis manos extendidas así, y esa Gloria estaba cayendo dentro de mi pecho. Y yo... La visión me dejó. Mi padre estaba sentado allí mirándome, cuando vino la visión.

Yo siempre he sentido... Uds.... Toda la gente que me ha conocido todos estos años, sabe que yo siempre había querido ir al oeste. (Uds. saben cómo es). Siempre ha habido algo tocante a ir al oeste. Pero porque un astrólogo me dijo en una ocasión la misma cosa, que yo debería ir al oeste... Las estrellas, cuando ellas cruzan sus ciclos y demás, yo había nacido bajo esa señal; y que nunca tendría éxito en el este; yo tendría que ir al oeste. Y el año pasado me fui al oeste, para-para cumplir ese deseo que había tenido toda mi vida, ¿ven?, para cumplirlo.
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Después de que la visión me impresionó (y estaba tan débil, y había perdido toda esa sangre), y fui... yo pensé que me estaba cayendo en una eternidad sin fin. Muchos de Uds. me han oído contar esto antes. Y-y me estaba cayendo en una eternidad sin fin. Primero, yo iba atravesando como nubes, y luego atravesando oscuridad, y estaba cayendo más abajo, y más abajo, y más abajo. Y cuando menos pensé, entré en las regiones de los perdidos, y allí adentro, yo-yo grité. Y miré, y había... sencillamente todo... no había fondo allí. Yo no podía parar de caer. Por la eternidad, así parecía, que yo iba a estar cayendo. No había dónde parar en ninguna parte.

Y entonces... Qué diferente era de la visión que tuve aquí no hace mucho, de estar en Gloria con la gente, [Muerte. ¿Qué entonces?] ¡el contraste! Pero en ésta, a medida que iba cayendo, finalmente, yo-yo grité por mi papá. Por supuesto, siendo sólo un niño, eso es lo que yo hice. Yo grité por mi papá, y mi papá no estaba allí. Y grité por mi madre: "¡Deténgame, alguien!" Y no había madre allí. Me estaba cayendo. Y entonces grité a Dios. No había Dios allí. No había nada allí.

Y después de un rato, oí el sonido más lúgubre que alguna vez yo oí, y era el sentir más horroroso. No hay manera... Aun un fuego ardiente literal, sería un placer al lado de lo que era esto. Ahora esas visiones nunca han estado incorrectas. Y eso fue el sentir más horrible que alguna vez yo tuve, y lo que.... 82 Yo oí un ruido que sonó como alguna clase de-de-de asunto de espantos. Y cuando lo oí, miré lo que venía, y eran mujeres. Y ellas tenían una cosa verde (sólo podía ver sus caras), y ellas tenían una cosa verde abajo de sus ojos. Y sus ojos parecían que estaban prolongados hacia atrás, como una... como las mujeres de hoy se pintan sus ojos. Prolongados hacia atrás de esa manera, sólo sus ojos y su cara. Y hacían: "¡Uuh, uuh, uuh, uuh!" ¡Oh, hermanos! Yo grité: "¡Oh Dios, ten misericordia de mí! ¡Ten misericordia, oh Dios! ¿En dónde estás? Si Tú únicamente me permites regresar y vivir, yo te prometo ser un buen muchacho". Ahora, esa es la única cosa que yo podía decir. Ahora, Dios sabe, y en el Día del Juicio El me juzgará por esa declaración. Eso es lo que yo dije: "Señor Dios, permíteme regresar, y yo te prometo que seré un buen muchacho".

Y cuando fui balaceado, yo había dicho mentiras, yo había hecho casi todo lo que se podía hacer, pero la única cosa que yo digo... vale más que sea honesto que lo diga honestamente mientras estoy aquí ahora. Y cuando miré hacia abajo y me vi que estaba partido en dos, casi, yo dije: "¡Dios, ten misericordia de mí! Tú sabes que nunca cometí adulterio". Esa era la única cosa que yo le podía decir a Dios. Yo no había aceptado Su perdón, y todas esas cosas. Yo sólo digo... podía decir: "Yo nunca cometí adulterio". 85 Y entonces ellos me llevaron allá. Y entonces, allí, yo clamé: "¡Dios, ten misericordia de mí! Yo seré un buen muchacho, si Tú únicamente me permites regresar", porque yo sabía que había un Dios en alguna parte. Y así que digo la verdad, esas criaturas abrumadas estaban por todos lados; yo era uno que acababa de llegar. Y era el sentir más espantoso, horrible e impío en ese... Parecían ojos grandotes, con grandes pestañas que salían de esa manera, y se prolongaban hacia atrás como los de un gato, se prolongaban hacia atrás de esa manera; y tenían una cosa verde, y como que tenían gangrena o algo. Y ellas hacían-ellas hacían: "¡Uuh, uuh, uuh!" ¡Oh, qué sentir me produjo!

Entonces en un momento, yo había regresado a la vida natural otra vez. ¡Esa cosa me ha molestado! Yo pensé: “¡Oh!, permite que yo nunca vaya a un lugar como ése, que ningún otro ser humano tenga que ir a un lugar como ése”. Siete meses después, yo tuve la visión que estaba parado en el oeste, viendo esa cruz dorada descendiendo sobre mí. Y yo-yo sabía que existían unas regiones de los condenados en alguna parte.

Ahora, yo nunca le había puesto mucha atención hasta hace unas cuatro semanas. Mi esposa... Nunca pensé de ello en estos términos. Hace como unas cuatro semanas, mi esposa y yo fuimos al centro en Tucson, para hacer algunas compras. Y mientras estábamos sentados... Mi esposa... Habíamos entrado por el piso de abajo, y-y había allí un grupo de muchachos de aparencia afeminada, que tenían su cabello encrespado, Uds. saben, como las mujeres se lo hacen, y-y con flecos peinados aquí enfrente, y con esos pantalones que los usan altos, me imagino que eran algo como Beatniks, o como Uds. los llamen. Y ellos estaban allí, y todos los estaban mirando a ellos, y sus cabezas estaban así de grandes, como las mujeres que usan estos “estilos de cabello corto encrespado”, Uds. saben. Y ellos estaban allí.
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Así que me fui al piso de arriba, y me senté. Y en donde me senté, había una escalera mecánica (fue en la tienda de J.C. Penney), y la escalera mecánica llevaba a la gente arriba. Bueno, yo verdaderamente me enfermé de mi estómago, viendo a esas mujeres que venían subiendo allí, (jóvenes, viejas, e indiferentes, arrugadas, jóvenes, y de todas clases), con pantaloncitos cortos puestos; sus cuerpos obscenos, y esas mujeres vestidas sensuales, con esas cabezas grandes de esa manera, y ahí venían subiendo. Y una venía saliendo de esa escalera mecánica, venía subiendo en esa dirección hacia donde yo estaba sentado en una silla, sentado allí con mi rostro inclinado.

Y volteé y miré. Y una de ellas que venía subiendo los escalones estaba diciendo: "Uuh", de habla hispana, a otra mujer. Ella era una mujer blanca hablando con la mujer hispana. Y cuando miré [el Hermano Branham truena sus dedos-Ed.], de repente yo fui cambiado. Allí, yo había visto eso antes. Sus ojos... Uds. saben cómo las mujeres lo están haciendo ahora: pintándose sus ojos recientemente como gato; Uds. saben, se los pintan por arriba de esta manera, y usan anteojos de gato y todo, Uds. saben, con sus ojos pintados por arriba de esta manera, y esa cosa verde abajo de sus ojos. Allí estaba esa cosa que yo vi cuando yo era un niño. Allí estaba la mujer exactamente. Y me entumecí todo, y empecé a mirar alrededor, y allí estaban esas personas musitando, Uds. saben, hablando tocante a los precios y cosas en el edificio.

Parecía que yo había cambiado por un momento. Y miré, y pensé: "Eso es lo que yo vi en el infierno". Allí estaban ellas, con esa gangrena. Yo pensé que porque ellas estaban en el infierno era la causa que las hizo así, un color azul verdoso abajo de sus ojos. Y allí estaban esas mujeres pintadas de azul verdoso, exactamente de la manera que la visión lo dijo hace cuarenta años. ¿Ven? Hace como unos cuarenta años, es lo que ha sido. Yo tengo cincuenta y cuatro; yo tenía catorce. Así que hace como unos cuarenta años, yo... Y ese es el-el... Ese es el número de juicio, de todas maneras, ¿ven Uds.?
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Entonces yo pensé, al observar esos ojos que se miraban gangrenados en esas mujeres... Eran la latina, la francesa, y la india, y la blanca, y todas juntas, con esas grandes cabezas, Uds. saben, las hacen que se abulten, con esos peines, de la manera que ellas se lo peinan, muy grandotas, se lo encrespan, Uds. saben; Uds. saben cómo ellas lo hacen, cómo ellas se lo arreglan. Y luego esos ojos que se miraban gangrenosos, y los ojos con la pintura se prolongaban como los ojos de un gato, y ellas hablando. Y allí yo estaba otra vez, parado allí en la tienda de J.C. Penney, de vuelta otra vez en el infierno. Yo-yo-yo me asusté mucho. Pensé: "Señor, de seguro no he muerto, y después de todo Tú me has permitido venir a este lugar". Y allí ellas estaban, haciendo... caminando allí de esa manera, como en aquella visión, uno apenas lo podía oír con sus oídos, Uds. saben, sólo el musitar y el movimiento de la gente. Y esas mujeres subiendo por esa escalera mecánica y caminando por allí, y ese: "¡Uuh, uuh!" Allí estaban esos ojos raros que se miraban verdosos y lúgubres.

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